La confidencialidad y el respeto son esenciales para que nuestras reuniones sean sanas y constructivas. Muchos tenemos dificultad a la hora de establecer nuestros límites, ser asertivos y mantener nuestros espacios. Somos sensibles a los mensajes con doble sentido y la impresión que otros nos dan. Estas reuniones no son para dar consejos. Más bien el propósito es crear un ambiente seguro en el que podamos compartir nuestros dolores, luchas y alegrías. Para que esto sea posible es importante tener en cuenta lo siguiente:
- Tenemos que respetar nuestra confidencialidad a toda costa. Las personas que usted ve aquí, las cosas que oye y las cosas que ve, aquí se quedan. Nadie, fuera de esta reunión, tiene que saber quien vino o qué se dijo.
- Debemos hablar por turno y darle la oportunidad a otros que no han participado.
- Debemos evitar discusiones entre dos personas. Cada vez que hablemos debemos dirigirnos a todo el grupo.
- Hay que darle prioridad a los que asisten por primera vez.
- Debemos poner nuestros celulares en modo de silencio.
- Nadie debe sentirse obligado a compartir nada que no desee o seguir ninguna recomendación en contra de su voluntad.
- No se debe aprovechar la ocasión del grupo para hacer negocios, pedir dinero prestado o para hablar de cuestiones íntimas con personas distintas al cónyuge.
- Se vale expresar sentimientos propios.
- Se vale cometer errores.
- Está bien discrepar o no estar de acuerdo respetuosamente.
- No se permiten insultos, difamaciones, ni palabras provocativas.
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