A veces oímos personas que dicen cosas así como: "háblame de Dios pero no me hables de doctrina", o "leo la Biblia pero no me gusta hablar de doctrina", o incluso "hablemos del Evangelio, pero no de doctrina" ¿Que quieren decir estas frases? ¿Son correctas o no? ¿Tienen sentido? ¿Por qué? ¿Existe alguna relación entre la doctrina y la Iglesia? ¿Puede haber iglesia sin doctrina? En los próximos vídeos vamos a considerar estas preguntas a fondo.
Empecemos diciendo que la palabra doctrina viene del griego διδαχή (didaché) que sencillamente significa enseñanza. En su sentido más original doctrina no es otra cosa que enseñanza. Sin embargo en su uso regular la palabra puede tener varias acepciones. Esto puede dar lugar a confusiones.
El diccionario de la Real Academia Española, por ejemplo, nos da varios significados. Primero dice que «doctrina» es una enseñanza que se da para la instrucción de alguien. «Doctrina» también puede ser una norma científica o un paradigma. Además, la palabra «doctrina» se puede usar para referirse a un conjunto de ideas religiosas, filosóficas o políticas sustentadas por una persona o un grupo de personas. Por otra parte, muchas veces cuando se dice, por ejemplo, que un niño va a la doctrina, se da a entender que va a una clase donde le enseñan el catecismo. Como podemos ver, cuando usamos la palabra «doctrina» tenemos que tener en claro qué es lo que queremos decir. Veamos el siguiente ejemplo.
Alguien me dice: «Quiero que leamos la Biblia, pero no hablemos de doctrina.» ¿Qué me quieren decir? Puedo entender la frase en dos sentidos:
(1) Quiero leer la Biblia pero no quiero que traten de inculcarme las opiniones o creencias de ningún grupo religioso.
(2) Quiero leer la Biblia pero no quiero que me enseñen nada.
Respecto al primer punto estoy totalmente de acuerdo. Debemos leer la Biblia con frescura, no con el propósito de apoyar una ideología. Con el segundo punto no puedo estar de acuerdo porque la Biblia es un libro de enseñanzas. Si la leemos, es para aprender.
¿Por qué la palabra «doctrina» genera confusiones y en muchos casos sentimientos negativos? Lo que pasa es que durante los 2000 años de existencia del cristianismo las opiniones y creencias de diversos líderes religiosos se han convertido en doctrinas oficiales de distintas iglesias, no pocas veces generando profundas enemistades y hasta guerras cruentas. Así pues, hoy por hoy, cuando alguien habla de doctrina, uno puede suponer que se está refiriendo al credo particular de alguna iglesia. Puesto que se han presentado tantas discusiones amargas y tantas enemistades por causa de la religión, no es extraño que muchos sientan una fuerte aversión hacia la palabra "doctrina".
Éste fenómeno no es nada nuevo. Lea Mateo 16:5-12. Después de que los discípulos dudaron y cavilaron un rato, por fin entendieron, según nos dice el verso 12, que el Maestro les había dicho que se guardasen de la doctrina de los fariseos y los saduceos. ¿Qué es la doctrina de los saduceos y los fariseos? Obviamente se trata del conjunto de enseñanzas y tradiciones que estos dos grupos de maestros pertenecientes a la religión judía habían venido acumulando de generación en generación.
¿Porqué les dijo Jesús a sus discípulos que se guardasen de la doctrina de los fariseos y los saduceos? Claramente Jesús pensaba que esa doctrina era errónea y que le hacía daño a la gente. Según la metáfora que Jesús usó, una mala doctrina puede llegar a contaminar todo un grupo así como la levadura leuda toda la masa. Tal vez con un poquito de reflexión todos podemos mencionar ejemplos de cómo ciertas doctrinas políticas, filosóficas, sociales o religiosas han dañado grupos sociales enteros con consecuencias tristemente lamentables.
Jesús tenía razón. Uno debe ser cauteloso con relación a las doctrinas que aprende o propaga. ¿Pero qué alternativa presentó Jesús? Hoy en día hay muchas personas que quieren tener fe en Dios, y hasta en Jesús, pero sin comprometerse con ninguna doctrina. ¿Era eso lo que Jesús le estaba diciendo a sus discípulos en el primer siglo? ¿Acaso les estaba pidiendo que tuvieran una fe sentimental, subjetiva, sin ningún contenido? ¿Acaso es esa la mejor manera de vivir nuestra fe en Dios? A decir verdad, esto es una forma de doctrina o enseñanza muy común en muchos círculos modernos. Uno oye decir cosas como: "El que salva es Jesús, no la doctrina." O "no importa la iglesia que vayas con tal que creas en Jesús." ¿Fue esto lo que Jesús le enseñó a sus discípulos cuando estuvo en la tierra? En realidad, no.
Jesús era un Maestro. Durante su vida terrenal él compartió su enseñanza con sus discípulos. Él consideró que sus palabras eran autoritativas en contraste con las enseñanzas de sus oponentes. Por consiguiente enseñó a sus discipulos que guardaran su doctrina o enseñanza sin mezclarla con la doctrina de los fariseos y saduceos. Lea Mateo 7:24-29, 22:23-33, Marcos 7:1-7.
Otra idea muy frecuente en nuestros días es que la doctrina y el amor son incompatibles. Oímos decir que la base de la unidad debe ser el amor y no la doctrina. Esta afirmación es muy ambigua y por consiguiente peligrosa. ¿Qué significa? ¿Que debemos dejar a un lado las enseñanzas de la Biblia y sustentar nuestra convivencia de fe en los afectos que podamos sentir los unos para con los otros? ¿O que debemos ser leales con nuestro Maestro y nuestros condiscípulos, aprendiendo cada día ser pacientes, tolerantes y considerados los unos con otros?
Hay mucha diferencia entre estas dos posturas. La primera implica que el sentimiento manda. No hay que pensar, sólo amar. Pero el amor es sólo un sentir positivo hacia el otro. Para mantener el afecto hay que renunciar a la doctrina.
Esta incompatibilidad es totalmente extraña en la Biblia. Es más bien el resultado de una forma moderna de pensar en la que los sentimientos de cada individuo son lo más importante.
Lea Juan 14:15. Amar a Jesús, conocer sus mandamientos, y cumplirlos no son cosas incompatibles. Al contrario, el deseo de aprender de Jesús y de poner en práctica sus enseñanzas es la expresión más verdadera del amor que le profesamos. Tal parece que Jesús está más interesado en que aprendamos sus mandamientos y los hagamos que en que nos emocionemos con la idea de que lo amamos mucho. Amar aquí es ser leales a Jesús, sus propósitos y sus enseñanzas.
Lea Efesios 4:15. Para el apóstol Pablo el amor y la verdad no son incompatibles. Todo lo contrario, buscar la verdad, aprender la verdad, hablar la verdad son actos de amor verdadero. Enseñar mentira o ser indiferente frente al error son actos contrarios al amor por qué el que así actúa no mide las consecuencias que una doctrina falsa puede tener en la comunidad de discípulos.
Lea 1 Pedro 3:15. Tener convicciones firmes y estar dispuestos a defenderlas no conduce necesariamente a peleas amargas y enemistades largas. El verdadero discípulo de Cristo debe saber presentar sus razones con toda mansedumbre y reverencia. Los pleitos y los insultos no son el resultado de la doctrina de Cristo, sino de nuestra soberbia y egoísmo. No hay que eliminar la doctrina. Hay que eliminar la soberbia.
Lea Apocalipsis 1:18 - 29. Aunque la iglesia en Tiatira tenía mucho amor, mucha fe, hacía muchas obras, era muy servicial y tenía mucha paciencia, Jesús la recriminó por tolerar la enseñanza de doctrinas falsas y extremadamente peligrosas en su seno.
Finalmente lea Judas 3. El escritor alienta sus lectores a luchar vehementemente por la fe que Dios les dio una vez y para siempre.
El tema de la doctrina y la iglesia ha generado grandes controversias a lo largo del tiempo. Muchos creyentes hoy están optando por minimizar al máximo este asunto. La única esperanza que ven es conformarse con el sentimiento religioso personal: Sentir a Dios, ser tolerante y acogedor y renunciar a cualquier búsqueda real de la verdad en términos doctrinales. Con frecuencia oímos decir que la verdad es Jesús, una persona y no una doctrina. Por elegante y llamativa que sea esta afirmación, lo cierto es que es ambigua e incierta. Al final libera a cada individuo para que crea lo que quiere y se forme la imagen que quiera de Jesús. Esta expectativa de libertad total de los individuos en todos los ámbitos de su existencia buscando su propia realización en el mercado libre es muy común en nuestra sociedad. Pero no así en los tiempos bíblicos.
En la Biblia encontramos otros parámetros. Escribiendo muchos años antes del auge moderno del individualismo y el subjetivismo, los escritores bíblicos asumieron que la doctrina verdadera es el conjunto de enseñanzas provenientes de Dios y escribieron sus libros y sus cartas convencidos de que eran afines a dichas doctrinas y de que lo hacían con el fin de comunicarlas. En esta serie sobre «Las doctrinas y la iglesia» exploraremos el surgimiento de diversas doctrinas religiosas tradicionales y hablaremos de las enseñanzas que ofrece la Biblia sobre los temas más sobresalientes que tiene que ver con nuestra relación con Dios. Síganos y siéntase libre para dejas sus comentarios.
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