Consecuencias (2)

¿Cómo establecer límites?

En su video de 15 minutos Michael Woods M.A. propone claramente las bases para establecer límites firmes y saludables con nuestros hijos. Los límites son reglas que controlan el comportamiento. ¿Qué se puede y qué no se puede hacer? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? El problema es que en la edad temprana, cuando aprendemos el valor, la firmeza y la necesidad de los límites, no tenemos la capacidad mental para entender conceptos abstractos. Según Jean Piaget, «el razonamiento y el aprendizaje de los niños es cualitativamente diferente al de los adultos. Los niños piensan y aprenden cosas concretas. En ellos la experiencia directa juega un papel mucho más significativo en su comprensión de la realidad.» Esto quiere decir que los niños basan sus creencias, percepciones y pensamientos sobre lo que es y lo que pasa en su hogar o en su escuela en sus experiencias cotidianas concretas. Los adultos, por el contrario, oímos o leemos y razonamos para entender qué pasa a nuestro alrededor y cómo son las cosas. Así, pues, si uno le dice a un niño que no juegue con el bate en la sala de la casa, pero él sigue jugando y no pasa nada, ¿qué aprende el niño respecto a esta regla? Obvio: Que está bien jugar con el bate en la sala, pese a lo que los papás le digan. Sin embargo, si cada vez que no cumple la regla, o traspasa el límite impuesto, le quitan el bate por el resto del día, probablemente pronto aprenderá que la regla quiere decir exactamente lo que dice, porque él ahora tiene un experiencia concreta sobre lo que significa la regla.

Cuando establecemos límites usamos palabras y acciones. Ambas cosas comunican un mensaje sobre cómo son las cosas en la casa, la escuela, el vecindario, en el parque o el supermercado. Pero únicamente las acciones son concretas y, por consiguiente, para los niños son las acciones las que definen las reglas. Los niños probarán los límites. Ellos quieren saber qué tan reales son las reglas y que tan lejos pueden ir. Unos niños son más voluntariosos que otros y querrán probar una y otra vez a ver si pueden hacer lo que en el momento quieren. Pero si los padres insisten consistentemente en las reglas y las acciones que les siguen, los chicos pronto se darán cuenta de que las cosas realmente son como los padres dicen.

¿Cómo estudian los niños la realidad? ¿Cómo llegan a darse cuenta de qué tanta autoridad tiene usted realmente? ¿Cómo saben si cuando usted dice una cosa realmente está seguro de ella? ¿Cómo se percatan de que sus acciones tienen consecuencias? Realmente no es a través de conferencias, lecturas o razonamientos. Seguramente, jamás van a venir a usted con una hoja y lápiz a hacerle estas preguntas. Lo que hacen es que prueban. Sienten el deseo de hacer algo que no está permitido o no quieren hacer algo que debe hacerse en un determinado momento y lugar y actúan para ver qué pasa. Es entonces cuando las acciones de los adultos tienen que comunicar el mensaje en una forma concreta y clara. 

¿Cómo pues podemos establecer límites que nuestros niños respeten? Para establecer límites efectivos los padres tenemos que lograr un balance de amor, respeto y firmeza. Lo podemos hacer recordando las siguientes pautas:

  1. Asegúrese de que sus mensajes son directos, claros, específicos y se enfocan en lo que usted quiere positivamente y no en la simple prohibición.  Por ejemplo, puede decirle al niño: «Prefiero que en la sala juegues con tus legos en vez del bate» 
  2. Provea dos opciones para que el niño escoja. Por ejemplo: «Prefieres jugar con tus legos en la sala o practicar con tu bate en el patio?»
  3. Establezca las consecuencias para que el niño asuma responsabilidad por sus actos. Por ejemplo: «Tendré que decomisarte el bate por el resto del día si sigues jugando con él en la sala.»

¿Cómo puede uno comunicar lecciones claras y positivas? Considere las siguientes pautas:

  1. No use palabras provocativas que inviten al chico a pelear con usted. No le diga: «¡Cómo eres de bruto! ¡No juegues con esa cosa adentro! ¿No ves que vas a romper algo?
  2. Sea breve. Recuerde que entre menos palabras use mejor será la lección.
  3. Controle su tono de voz. Usted no debe indicar que está asustado, ansioso, estresado o rabioso. Su tono de voz debe comunicar que usted es firme y está en control. Si los chicos perciben que usted está perdiendo el control, tendrán más ganas de probar sus límites y continuar en su lucha por el poder.
  4. Al establecer las opciones que el niño tiene, asegúrese de que siempre hay una tercera opción implícita. Usted decidirá, si ellos no lo hacen.
  5. Todas las veces que el niño ponga a prueba sus límites, asegúrese de que usted hace que la consecuencia se cumpla.

Vea también la lista de pasos para establecer límites.

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Dar el cerebro por muerto

Cambiar es difícil. Cuando lidiamos con nuestros hijos con frecuencia experimentamos diversos niveles de ansiedad, frustración, ira, temor y otras emociones que interfieren con nuestras buenas intenciones como padres. La ansiedad, por ejemplo, juega un papel muy importante cuando tememos que nuestros hijos sufran las consecuencias normales de sus acciones y estorbamos valiosas lecciones en su vida. La frustración puede hacer que reaccionemos con ira y acumulemos después culpabilidad. La culpabilidad nos puede llevar a romper los límites que hemos establecido y a crear incertidumbre en la mente de nuestros niños.

Una estrategia sencilla para neutralizar estos sentimientos es «dar el cerebro por muerto». Esto quiere decir que hay que aprender a responder rápido en cualquier circunstancia que provoque en nosotros estos sentimientos. Tan pronto nos demos cuenta de que nos están provocando, tenemos que dejar de pensar y mantener la calma.

Esta estrategia no es nueva. Hace mucho tiempo, los cristianos en el primer siglo la usaron efectivamente. Ellos pensaban que su bautismo era el punto a partir del cual estaban muertos a todos los sentimientos o deseos que los estorbaran para no lograr los objetivos de su nuevo compromiso (Romanos 6:11). Cuando se veían enfrentados a diversos y duros desafíos, so marco de pensamiento era: «Estoy muerto para cualquier cosa que me haga errar el blanco. Solo estoy vivo para Dios.»

Los padres modernos tenemos mucho que aprender de esto. Para nosotros, dar el cerebro por muerto puede ser algo así:

  1. Darse cuenta de que argumentar con un niño emocional es como razonar con un borracho. No sirve absolutamente para nada.
  2. Darse cuenta de que hay una estrecha conexión entre la parte pensante de nuestro cerebro y la parte del mismo que solo reacciona.
  3. Respirar profundamente unas tres veces para oxigenar bien todo el cerebro.
  4. Sentirse relajado o relajada. Tal vez usted tendrá que practicar la relajación de antemano para saber cómo se siente. Si usted es creyente, puede hacerlo mientras ora y se siente descansado en la presencia de Dios.
  5. Dejar de pensar. Si uno se pone a pensar en esos momentos, inmediatamente se conecta con la parte del cerebro que reacciona por encima de los pensamientos  y muy seguramente no responderá adecuadamente a la situación
  6. Si usted es un creyente, imagínese en la presencia de Dios en perfecta paz y tranquilidad.
  7. Con calma diga la frase ya planeada con anterioridad para lidiar efectivamente con la situación.

Gracias por leer este artículo. Sus preguntas y comentarios son bienvenidos.

Si usted entiende inglés puede ver el video “Going Brain Dead,” por Kerry Stutzman, MSW.

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